La Feria de Ubrique de 1918 introdujo una novedad en el programa de actividades festivas programadas por el Ayuntamiento. En los años anteriores el municipio destinaba fondos de su caudal para sufragar los gastos correspondientes a las principales partidas dedicadas a este evento de los días 14, 15 y 16 de septiembre: exorno de la vía pública mediante un alumbrado extraordinario y proyecciones cinematográficas. En el año 1917, las sesiones de cine, alquiladas al empresario José Gil Sánchez por un importe de 386,74 pesetas, se habían desarrollado en la plaza de Alfonso XIII (hoy La Plaza).
Para las fiestas de 1918 también se había previsto, en un principio, que continuasen las mismas celebraciones y así, en la sesión del 19 de agosto, el alcalde, Francisco García Parra, decidió explorar el ánimo de los concejales respecto a los festejos anunciados para el mes siguiente, y la corporación acordó que se siguieran desarrollando los de costumbre, en especial el establecimiento de un cine público durante unos días. Pero en la víspera de la feria de aquel último año de la Primera Guerra Mundial, no hubo acuerdo con la casa arcense de Horacio Casero y Ruiz-Matas con la que en esta ocasión se estaba negociando la contratación de ese aún novedosos servicio, que permitía a los ubriqueños visionar las obras mudas del incipiente séptimo arte. A los munícipes les pareció elevado el precio solicitado en aquella fecha por el empresario, y decidieron prescindir del cine en esa edición. En la sesión del 26 de agosto de 1918, la corporación autorizó al alcalde para «variar el programa de festejos por si no le fuese posible contratar cinematógrafo» y acordó que hubiese en su lugar «fuegos artificiales», preferiblemente a «cualquier otro festejo análogo, quedando a la iniciativa de la presidencia el designarlo para el mes de septiembre próximo».
Horacio Casero escribió al alcalde el 4 de septiembre para ofrecerle el aparato y el lienzo de proyección, cuatro programas de películas de 1.500 a 2.000 metros por noche y operador a cambio del pago de 400 pesetas. Según esta propuesta, el municipio debía hacerse cargo de los gastos del fluido eléctrico, el porte del material y el alojamiento del operador.
Casero decía que la selección que había hecho entre las casas que le surtían de películas garantizaba un «material de indudable atracción y novedad».
No obstante, el primer edil rechazó la propuesta y el Ayuntamiento acordó celebrar en su lugar el espectáculo de fuegos artificiales.
La corporación que adoptó aquella medida, que estaba integrada, además de por Francisco García Parra, por los concejales José Vallejo Padilla, Francisco García Pino, Manuel Peña Blanco, Eugenio Arenas Bohórquez, Diego Reguera León y José Rodríguez Arenas, con Miguel Reguera Bohórquez como secretario, se puso inmediatamente en contacto con la firma jerezana de Joaquín Gassin y Marín, del «gran laboratorio de fuegos artificiales»Santa Rosa –casa fundada en Sevilla en 1910 y cuyo responsable era pirotécnico titular de la capital hispalense con título «obtenido por méritos en concurso»–, y le propuso contratarlo para que hiciera la exhibición en Ubrique.
Pese a la premura, Gassin, que ya había ofrecido sin éxito en 1913 sus servicios al Ayuntamiento, puso un telegrama al alcalde el 10 de septiembre de 1918 en el que aceptaba el encargo, y al día siguiente, a las ocho de la mañana, confirmó su predisposición mediante una carta. En ella decía que «los fuegos así como los armamentos equipados», estaban listos desde hacía tres días en sus talleres, ubicados en el barrio de la Plata de Jerez.
El empresario contactó con el cosario Bartolomé Rosa para que cargara el material y lo llevara a Ubrique. Sin embargo, se produjo un equívoco, pues aunque esperaba su llegada dos días antes, no lo hizo hasta el mismo día 11, por lo que Gassin temió que no llegasen «los efectos oportunamente».
Sin embargo, los fuegos llegaron a tiempo y el pueblo de Ubrique pudo disfrutar de un espectáculo pirotécnico en los tres días de feria, 14, 15 y 16 de septiembre.
En la sesión del mismo 16 de septiembre de 1918 la corporación aprobó la cuenta de gastos presentada por Joaquín Gassin, cuyo importe era de 615,50 pesetas (de unos gastos municipales totales presupuestados para el año de algo menos de 70.000 pesetas).
En el membrete de la carta que Joaquín Gassin envió al alcalde aparece la relación de espectáculos que ofrecía: fábrica de farolillos, instalaciones de alumbrado «a la veneciana», globos y fantoches, bujías esteáricas y la «grandiosa novedad» en «fuegos japoneses»
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