El procesado, vecino de Ubrique, asegura que incendió su sofá porque su familia no le hablaba
«Estoy arrepentido de lo que hice», decía ayer José R. D. entre lágrimas, con las manos esposadas y sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Cádiz. La Sección Tercera de este tribunal, especializada en delitos de violencia machista, juzgaba ayer a este vecino de Ubrique por haber incendiado su vivienda en enero 2009, supuestamente para intimidar a su mujer, con la que estaba en proceso de separación.
De hecho, la Fiscalía también le acusa de un delito de amenazas y malos tratos contra su mujer, a la que supuestamente machacaba psicológicamente, con una actitud machista y constantes muestras de menosprecio: «Le decía que solo valía para cocinar y que no se metiera en sus asuntos», afirmaba ayer el fiscal. Por todo ello, el Ministerio Público solicita para José R. D. una pena de 21 años de cárcel (16 por el incendio y cinco por los demás delitos).
El acusado reconoció ayer ante el tribunal que prendió fuego al sofá del salón de su casa, aunque se excusó diciendo que lo hizo porque su familia hacía meses que no le dirigía la palabra, se sentía solo «como un objeto encima de una silla». Quería llamar la atención.
Además, según José R. D, ese día se encontraba bajo los efectos del alcohol, por lo que ayer no recordaba si avivó el fuego con unas camisetas. Sí tenía frescos otros detalles: «Me asusté y salí corriendo, me fui a la Policía Local para que avisaran a los bomberos», explicó.
En cambio, José rechazó que maltratara a su mujer y atribuyó la crisis de su matrimonio al descalabro económico de su empresa de construcción, medio año antes de los hechos. Según él, su esposa dejó de hablarle porque recibía menos dinero, y porque los acreedores acuciaban a uno de sus hijos, a cuyo nombre estaba la empresa. «Antes, la relación era muy buena. Cada fin de semana, llevaba a mi mujer donde quería», se justificó.
La esposa, en cambio, explicó ayer al tribunal que su marido tuvo una actitud machista desde el comienzo de su matrimonio, que se había acentuado en los últimos años: «Era como un matrimonio antiguo, yo no podía hablar, ni opinar; si lo hacía o le decía que gastaba más de la cuenta, me respondía que no me metiera en sus asuntos y me mandaba a la cocina», recordaba ayer la mujer, acongojada por las lágrimas y tras un biombo, para evitar cruzar las miradas con José. «Desde el principio tuvo una actitud que no era la correcta. Hubo buenos momentos, pero el final era insostenible. Se metió en la bebida y montó una empresa que fue a mal», continuaba la mujer, que reconoció que no sufrió «palizas, ni insultos», pero sí se sentía maltratada psicológicamente. «He estado 33 años con esa persona, pero para mí es un desconocido», aseguró.
«No creía que fuera capaz»
Los dos hijos de la pareja recordaron ayer las constantes peleas de sus padres desde que ellos tenían «uso de razón». Además, José R. D. advirtió a uno de sus hijos, un mes antes del incendio, que quemaría la casa. Luego, se lo confirmó a su mujer: «Me miró con mirada desafiante y me dijo, lo haré», recordaba ayer la esposa. Sin embargo, ni el hijo ni su madre llegaron a creer las supuestas amenazas, pues como admitieron ayer, no esperaban que el acusado fuese capaz de prender fuego a la vivienda.
A este reconocimiento se agarró el abogado de la defensa para rebatir el supuesto delito de amenazas que se le imputa a José. El letrado también cuestionó que la presunta situación de malos tratos habituales y sometimiento machista en la vivienda de la pareja, pues según uno de los hijos, en las discusiones entre sus padres los gritos los daban ambos. Es más, en los últimos meses, cuando la relación matrimonial se había enfriado, el acusado dormía en el sofá y a veces, se marchaba de la casa y pasaba las noches en su coche. A la esposa también se le escapó que a su marido, quizá, «se le fue la cabeza». Algo que la defensa puede utilizar para alegar un posible trastorno que le
La defensa también intentó convencer al tribunal de que el incendio no puso en peligro al resto de los vecinos del edificio, como asegura el fiscal, ya que las llamas no salieron del salón, aunque sí el humo tóxico, que invadió los pasillos y escaleras. El juicio ha quedado visto para sentencia