El doctor Alejo Gallego fue víctima de una agresión física hace tres años y ahora un tribunal lo ha considerado un delito
Lo veía venir cuando incluyeron en su cupo a la paciente conflictiva. Ya era conocida en el centro de salud por agredir a otros compañeros y no se hizo esperar. Ocurrió hace más de tres años en el ambulatorio de Ubrique. El doctor Alejo Gallego, médico de familia de 34 años, estaba terminando su consulta cuando ella entró. Cuenta que ya venía algo nerviosa y le pidió que le volviera a prescribir el mismo tratamiento de fármacos psicotrópicos que él mismo le había recetado dos días antes. «Cuando me negué vi como se enfadaba aún más», explica. Fue entonces cuando comenzaron los insultos hasta el punto de llegar a darle un guantazo en la cara. «Ahí fue cuando le cogí las manos y conseguí que no me diera otro», recuerda Alejo.
Alertados por los gritos, los compañeros acudieron a auxiliarlo y llamaron a la Policía. «Todo se resolvió rápido, pero yo tuve que dejar de trabajar ese día y tomarme un ansiolítico para tranquilizarme». Una escena desagradable que no quería dejar pasar. El doctor Gallego sabía que el proceso podía ser largo, pero tenía claro que «no se iba a ir de rositas». Por eso mismo, llamó a la asesoría jurídica del Colegio de Médicos y comenzó el proceso. «Primero fue juzgado en Ubrique como un caso de faltas, pero lo recurrimos y pasó a la Audiencia de Jerez, que dictó sentencia hace un mes». La paciente violenta ha sido condenada a un año de cárcel y tres de internamiento en un centro psiquiátrico. Además tendrá que asumir las costas del juicio y una multa diaria de tres euros, además de otros 300 en concepto de indemnización a la víctima.
«Sé que esto va a permitir que la usuaria en cuestión no vuelva a agredir a nadie, porque aunque no vaya a prisión, el paso por el juicio ya da que pensar y el dinero que tendrá que desembolsar, rasca», argumenta. Esta no es la primera situación violenta a la que se enfrenta, ya llevó a los tribunales a otro paciente que lo insultó en la sala de espera. También está convencido de que no será el último, ahora trabaja en el servicio de DCCU de Arcos de la Frontera, donde el nivel de conflictividad es alto