La Campa no es hija de Chaves. Por eso mismo está en el banquillo. Comparado con los EREs, lo suyo es media pringá
ANTONIO BURGOS
El noble pueblo de Ubrique está harto de coles. De coles y de fandanguillas. Y de jesulines y jesulinas. Y de humbertos. Y de campas. A lo Fuenteovejuna, Ubrique se ha rebelado porque no quiere ser como Lepe, carne de chiste, imagen andaluza para la risión. Los vecinos han echado el copo de la honra del pueblo en las redes sociales y el Ayuntamiento ha aprobado una declaración institucional, ejemplo de defensa de los valores de nuestra tierra ante los que se la toman a cachondeo, con la colaboración de los que se llevan la tela por hacer el ridículo lavando en público sus trapos sucios: «Denunciamos que la presencia de vecinos del municipio de Ubrique en determinados programas televisivos, donde sólo se representan a sí mismos y a su manera particular de entender las cosas, derive en afirmaciones generales sobre el municipio pues se ofrece una imagen irreal, falsa y distorsionada de la sociedad ubriqueña donde entendemos que no se es consciente del daño que como pueblo se nos hace, pues ninguno de ellos representa de manera alguna la idiosincrasia de nuestra gente que a diario lucha por salir adelante con esfuerzo, trabajo, dedicación y tesón.»
El caso de Ubrique me ha recordado el de Lepe, donde también están hartos de salir en los chistes. Qué curioso: dos pueblos con un PIB muy superior a la media andaluza, laboriosísimos, sin PER ni mamelas, son paradójicamente los que sirven de chiste. Como el que me contó Tere Garrido de Valero, que llega uno a Lepe y están las calles vacías, desiertas las plazas, y por fin se encuentra a uno, y le pregunta:
—¿Pero aquí en Lepe no hay nadie?
Y el lepero le contesta:
—No, todos los leperos están en los chistes.
En Ubrique no quieren que todos los ubriqueños estén en «Sálvame», en «La noria» y en «Dónde estás corazón», programas que por cierto se han contagiado del catetismo desilustrado y del cutrerío rústico y agropecuario del que vive Canal Sur. España se lo sabe todo de esa Paqui La Coles que más que amante del hermano de Jesulín parece hermana del torero. ¿Han visto la cara de Jesulín que tiene La Coles? Es como la Sección Femenina de Jesulín. España se lo sabe todo de esa manta de catetos aprovechados, que sólo son la segunda industria de Ubrique, pero desconoce la primera: su esfuerzo colectivo y tenaz desde hace siglos en el arte de la marroquinería. La gente antes sabía que en Ubrique fabricaban carteras, y ahora tiene la idea de que cuatro catetos de la rentable galaxia mediática que ha inventado un torero de quinta se dedican a quitarles la cartera a las productoras de TV. No hay derecho a que sólo se conozca de Ubrique esta marroquinería del cutrerío, del borderío, de la catetez, de la poca vergüenza. Por si no tuvieran bastante con los chinos que están hundiendo la marroquinería, viene la jesulinería a cargarse la imagen de Ubrique, en esta triste reinvención de las dos España: la España de Belén Esteban y la España de la Campa. La cual, por cierto, es la protagonista de un nuevo lamentable ciclo anti-ubriqueño, cual el banquillo del juicio por la Operación Karlos, en el que el pueblo seguirá sirviendo de pitorreo y de carnaza para las fieras. Muy útil para algunos este juicio mediático. Con la Campa nos olvidaremos del niño de Chaves. La Campa, hay que hacer constar, no es hija de Ubrique. Y ni que decir tiene que La Campa no es hija de Chaves. Por eso está en el banquillo. Aunque comparado con los EREs, lo suyo es media pringá.