Al grito de «Salvaz Ubrique» el Ayuntamiento de la pintoresca localidad de la sierra gaditana se ha decidido a limpiar la imagen de un pueblo esforzado y trabajador cuya idiosincrasia ha sido últimamente maltratada por los medios, especialmente por los vertederos de Tele 5, que no reparan en hacer mofa y befa de algunos de sus vecinos sin reparar, zeñórez míos, que Ubrique «ez musho Ubrique», y si hace falta se zurra la badana. ¿Cómo olvidar su boyante industria de marroquinería artesanal y quién no ha aspirado a tener unos botos, un cinturón, unas hermosas cinchas repujadas, una silla de monta española para cabalgar hacia el horizonte que se amplía? ¿Existe algo más lírico que contemplar la puesta de sol mientras se saborea un torrezno, lleno de esencias de una raza, de razones telúricas de una tierra donde suena una música en el corazón: «Tóa, tóa, tóa…»?
Surgen destellos del alma ubriqueña y sus habitantes se empeñan como los del anuncio en sacar más estrellas en la guía de carreteras azuzando al gasolinero, como si ya no valiese el atractivo turístico de Ambiciones y todos sus culebrones de pasión y rústico arte taurómaco en su ir y venir de personajes. Cierto es que la puerta de la finca la tenemos más vista que el tebeo y los repiques de la Campanario hace tiempo que no suenan a rebato, pero al final todo es como un morlaco, ¿no? Que pega muchos tornillazos a diestro y siniestro y engancha lo que puede, en este caso la popularidad de una población que se ve en peligro de chiste, como ya le ocurrió a Lepe y alguna que otra en la geografía nacional. Lo que nadie puede es renegar del gran Jesulín y tó lo que ha hecho por el pueblo, digo, ozú, que diría Miguel Mihura, y ponerlo con honores en el mapa con sus faenas y música estridente del toreo. No hace falta unir a Ubrique, Pariz y Londrez en un eje de capitales del mundo. Bazta con zer elloz mismos, y mejor con su deje. ¡Éze bishooo