Dos jóvenes ubriqueños con discapacidad física vuelven a quedarse sin monitor para poder cursar su formación profesional en Informática
Por si algún lector no lo sabía aún, vivimos tiempos de crisis. Pero no todos la sufren de la misma manera. Cuando se trata de una persona con cualquier tipo de minusvalía física o psíquica, los recortes hacen más daño.
Este es el caso de dos alumnos del Ciclo Medio de Sistemas Microinformáticos y Redes SMR, que se imparte en el IES Nuestra Señora de los Remedios de Ubrique:Francisco Javier García (31 años ) y Antonio Arias (25 años). El primero sufre una minusvalía del 76% en su movilidad y una importante falta de visión, por lo que precisa de silla de ruedas y de asistencia para sus necesidades básicas. El segundo tiene reducida su capacidad de movimiento y también necesita una silla de ruedas.
Pero aquí terminan sus minusvalías. El resto son ganas de aprender y de superar todas las barreras que se les pongan por delante, que no son pocas, con mucha más motivación que la media de jóvenes de su edad.
Ambos empezaron sus estudios de Informática con la intención de integrarse en esta sociedad, ejerciendo un derecho que les corresponde, como a todos. Pero toparon con dos obstáculos mucho mayores que los físicos que sortean cada día por las estrechas calles de Ubrique. Se dieron de bruces con la quiebra económica y con la gestión de la Administración pública.
Tres cursos atrás, no tenían ningún problema. Al inicio de sus estudios tuvieron una monitora durante todo el curso y cabe apuntar que ya estábamos en crisis, pero la Administración educativa entendió que esta necesidad era importante y prioritaria.
Pero en el curso pasado ya tuvieron que pelear durante meses para que una monitora les ayudase. «Llegó en marzo y estuvo hasta finales de mayo, cuando mi hijo ya había perdido todo el año», explica Antonia García, la madre de Francisco, quien asume la responsabilidad de ir cada día al centro educativo durante el recreo para acompañar a su hijo al servicio y dar el desayuno a él y a su compañero Antonio.
Una vez más, una mujer, en este caso su madre, cubre el hueco que no asume nuestro sistema político y social. Antonia limpia por horas en casas, si puede, «porque en realidad tengo que estar disponible por si mi hijo me necesita y me llaman del instituto». Merece la pena citar que Antonia solicitó en 2012 la ayuda que ha de corresponderle por la Ley de Dependencia y aún no ha recibido respuesta oficial.
Pero de vuelta a la demanda que nos ocupa, el curso actual 2015/2016 comenzó en septiembre y a estas alturas del mismo no tienen monitora «ni se la espera», sentencia Antonia García, «porque sabemos que la dirección del centro también la ha pedido y no le hacen caso en la Delegación de Educación de Cádiz. Pero se ve que nuestras necesidades no son urgentes». La madre subraya que está dispuesta ir todos los días a la hora del recreo pero que si nadie le facilita los apuntes a su hijo «no aprobará tampoco este año». Su compañero, Antonio Arias, que no tiene problemas de visión ha superado ya el primer curso, pero a Francisco le quedan pendientes asignaturas del primero.
La Junta responde
La Consejería de Educación tiene subcontratadas a empresas para prestar este servicio fundamental, por lo que la zona de la Sierra de Cádiz corresponde a Fegadi, pero ha de ser la Administración pública la garante del servicio.
La respuesta de la Delegación Provincial de Educación a este problema es que es «prioritario cubrir las necesidades de monitores en las etapas educativas obligatorias» y esta no lo es, ya que se trata de un Ciclo Formativo de Grado Media, la antigua FP.
Con esta afirmación no sólo queda en evidencia que no tienen planificado cubrir esta demanda, sino que tampoco están cubiertas las necesidades en las etapas citadas (desde Infantil hasta la ESO). Desde Educación no han facilitado datos sobre la plantilla necesaria para asistir a los alumnos en el sistema público pero sí especifican que la «demanda se ha multiplicado por tres en los últimos años» y que están desbordados.
No encuentran la forma de atender a tanta demanda. Pero lo cierto es que mientras esta situación crítica se soluciona, los cursos y su propio futuro pasan por delante de las narices de Antonio y Francisco.